Semifinal: Holanda – Argentina
Argentina vuelve a una final de la Copa del Mundo 24 años después. Romero se transmutó de Goycochea en el acto final de un encuentro narcótico en el que la prórroga fue el castigo a un bostezo de noventa minutos. Dos hora de nuestras vidas que se han ido para no volver. No hubo fútbol, solo penales en esta apología al letargo. Y en medio de esta noche olvidable, Argentina se clasificó. La albiceleste puede igualar la gesta de Maradona en México ’86. ¡Y de qué forma!, nada menos que en Brasil: cuna del fútbol y, véase la casualidad, casa de su más acérrimo enemigo. La desgracia se ha cebado con los brasileiros, aún están digiriendo lo de Belo Horizonte, y se le vienen encima los argentinos con sus cancioncitas. De esta no se recuperan. Si la herida aún estaba por cerrar, con esta nueva puñalada, internan directos en cuidados intensivos. Capaces son estos argentinos de ganar el Mundial, habrá que verlo, pero como suceda, más de algún brasileño no sale de casa hasta el 2025.
HOLANDA 0(2) – ARGENTINA 0(4)
La segunda semifinal presentaba a dos combinados con cuentas pendientes. A buen seguro, los holandeses cambiarían las das victorias y el empate logrados frente a los argentinos, por el único partido ganado por la albiceleste. Y es que el único triunfo de los americanos se produjo en la final del Mundial de 1978, su mundial. Con aquella derrota, los neerlandeses se quedaban a las puertas de levantar su primer Mundial por segunda final consecutiva. Además, no hace falta recordar que pasó en el Soccer City hace cuatro años con Andrés Iniesta. Por esto mismo, el espectador neutral podía considerar que la hora de que Holanda ganase un Mundial fuese esta. Puede ser, pero… ¿y el morbo de ver a Argentina ganado un Mundial en la casa del eterno rival? Algo así como ver a Boca ganando la Libertadores en el Monumental de River o al Barça levantando la Champions en el Santiago Bernabéu.
Hay que echar mano de precedentes, porque el partido fue una pesadilla. Un dato de dudosa apreciación: la primera semifinal de la historia sin goles; con esto queda todo dicho. Se dice que dos no pelean si uno no quiere, pues la analogía nos viene al pelo, porque ninguno de los quería jugar … y no jugaron a nada, bueno sí: a no perder. El miedo recorrió cada jugada, cada instante, cada movimiento, ni siquiera la magia de los que se les suponen diferentes apareció por el Arena Corinthians. Messi no se fue de nadie. Robben, lo mismo. Ambos, maniatados por la rigidez del esquema temeroso del error, no tuvieron huecos para mostrar chispa alguna de genialidad; tampoco se dejaron la vida en ello.
Como el día y la noche se parecieron la manera de llegar de los alemanes y los argentinos a la final. Los europeos masacraron con el arma del fútbol, mientras que los argentinos lo usaron como pretexto para aguantar hasta que el azar decidiese. Cuando el mejor sobre la cancha es Javier Mascherano se sobreentiende que lo visto fue sinónimo de garra, fuerza y, permítaseme, huevos. Así de claro. El corazón de Argentina se dejó la cabeza en un choque, los riñones en una caída y salvó con su pierna, la mejor ocasión de Holanda a dos minutos antes de llegar a los penaltis. Más allá del «jefecito» nadie dignificó la camiseta. La delantera argentina no acompañó la presión, incapaz de hilvanar en el medio, perdiéndose la posibilidad de probar a la omnipresencia de defensores holandeses. En el otro lado, las dos guías de los «oranje» estuvieron maniatados. Robben lo intentó hasta que las fuerzas se lo permitieron.
Van Gaal no pudo ni usar el comodín de Krul para la tanda de lanzamientos. Las lesiones se llevaron dos cambios de forma prematura. La última bala de la recámara la gastó, el futuro entrenador del ManU, en meter a Huntelaar cuando el martirio de la prórroga nos sometía. A toro pasado, se puede jugar la baza del ventajista, y preguntarse el porqué de esta sustitución dado lo hierático del ataque holandés. Era previsible que el delantero del Shalke 04 no tocara un balón, previsiones que se cumplieron, lógicamente.
Llegados los penaltis, el que escribe, se congratuló de que el final estuviese tan cerca. Romero fue ungido salvador de las esperanzas celestes. De nuevo Mascherano, el capitán moral de la Argentina (el otro es Messi y ese no habla más que cuando conduce la pelota), personificó el espíritu del campeón alentando a su arquero. Los lanzamientos de los jugadores argentinos fueron perfectos más allá de que Cissellen las veía venir. Tras el fallo del segundo penalty holandés ya se sabía el ganador. Muchos de los calificaron el cambio de porteros de Van Gaal como una floritura se tuvieron que comer sus palabras. Romero atajó a Sneijder y todo se resolvió.
Holanda sigue enemistada con la Copa del Mundo pero esta vez se va con la convicción de no haber hecho más, tampoco menos, méritos que el rival. Le faltó valor para asumir riesgos. En la Argentina, por su parte, se desató la locura que envuelve todo lo que tenga que ver con la selección. «Un pasito más para el sueño» dijo Lionel. Lo tienen cerca, casi lo tocan, pero delante está el monstruo alemán, que ya sabe lo que es dejar a los americanos con la miel en los labios.
Se te ven los colores… y el morbo del Madrid en el Camp nou?.. 😉
Sí, reconozco cierta querencia por la albiceleste. A lo segundo respondo negando la mayor, no busques inclinaciones en la casualidad. En las batallas patrias, no tengo preferencia.