El día que Indurain me hizo levantar del sofá

Hoy en día el ciclismo sigue contando con muchos seguidores, sin embargo, en los últimos años con los escándalos de dopaje, la crisis económica que ha hecho desaparecer a muchos de los equipos históricos (en especial los españoles) y sobre todo, quizás un poco el aburrimiento que nos deparan a menudo las etapas de montaña en las que hasta que quedan unos cinco kilómetros los favoritos no se mueven; ha deparado que alguna gente opte por dejar de seguir este precioso y sufrido deporte.

Pero por fortuna no siempre el ciclismo ha sido así. Recuerdo cuando era más joven y cualquier etapa de montaña era todo un espectáculo, con ataques a muchos kilómetros del final y con constantes cambios de posición en la etapa.

Hoy quiero relataros, sobre todo a los más jóvenes que no pudisteis vivir este momento, acerca de una de las etapas que nunca olvidaré: el día que Miguelón sufrió ante el gran Rominger, cuando para sorpresa de todos, no se sabe cómo logró remontar y salvar los muebles.

Corría el año 1993. Yo estaba en casa aprovechando las vacaciones del colegio y cómo no, me dispuse a ver una nueva etapa del Tour de Francia. Indurain ya había ganado sus dos primeros Tours y caminaba hacia el tercero, a falta de la última jornada con trazado escarpado.

A priori, la ronda gala parecía sentenciada. Miguel llevaba más de cuatro minutos al colombiano Mejía y al polaco Jaskula, y más de cinco en la general a su rival más fuerte, el suizo Toni Rominger. Por si fuera poco, restaba todavía la última crono en donde podría aumentar más las diferencias. Si eso no era suficiente, había que añadir que esta última etapa tenía dos grandes puertos; pero al comienzo de la misma, tras coronarlos, aún faltarían muchos kilómetros de descenso y llano hasta meta, lo que parecía indicar que nadie se movería y el Banesto controlaría la carrera sin problemas.

Pero como dije antes, las estrategias en el mundillo no eran las mismas que las de ahora. Se dio la salida y Banesto pasó a marcar el ritmo y a controlar la carrera con todo el equipo a bloque. El cuadro español no quería sorpresas pues, como se supo más adelante, Miguel en esa etapa tenía un principio de bronquitis y no estaba en plenitud de forma.

Se sucedían los ataques, sobre todo por parte del belga De Clerq, pero los del equipo banquero no permitían ninguna escapada, incluso Indurain salió a tapar alguno de esos intentos de fuga.

Se llegó al sprint especial de Saint Marie de Campan y de nuevo De Clerq lo probó, esta vez con éxito. Llegaba el momento de afrontar el ascenso al Tourmalet y en la subida al coloso el Banesto se vio desbordado. Los ataques eran continuos y los primeros corredores comenzaron a cobrar las primeras ventajas, hasta que se formó un grupo de quince unidades, con nombres como Virenque, Claveyrolat, Escartín, Bolts o Arrieta.

1993

En un principio había grandes corredores, pero ninguno inquietaba en la general, por lo que no había que preocuparse. De repente, en pleno ascenso del Tourmalet, el italiano Franco Vona ataca en el pelotón principal y tras él se marchan Chiappuci y Rominger. Por primera vez en tres años, Miguelón parece ser humano y no sale al ataque del suizo, sino que se queda a la cola de sus gregarios a los que deja hacer.

Restaban muchos kilómetros de llano hasta la meta de Pau, pero si Rominger se juntaba con los quince de alante, quizás formaran un nutrido grupo que podría defenderse en el plano, por lo que empezaban a saltar las alarmas.

Finalmente, el buen trabajo del Banesto acababa con la fuga, pero a un precio muy alto. A Indurain solo le quedaba un compañero, el resto se habían quedado y los rivales aprovechaban para relizar nuevos ataques. A falta de diez kilómetros para coronar, Chiappucci se marchaba otra vez y con él Vona, Rominger, Hampsten y Rincón. Indurain estaba solo y tuvo que responder en persona, echando la fuga abajo; pero Vona estaba cabezón, nuevamente lo intentaba y se iba en solitario.

En ese instante Chiappucci, que era el sexto de la general, intuyó que el quinto, Riijs, tenía problemas e intentó marcharse. Animados por las fugas, otros corredores lo probaron y se fueron. Rominger no quiso ser menos y lanzó un furibundo ataque; nadie le pudo responder en el grupeto y otra vez a perseguir al suizo.

Los primeros de la general vieron a un Miguel en apuros y afilaron los cuchillos. Jaskula y Mejía saltaban en pos del suizo y Miguel se las apañaba con Gorospe como único gregario.

Por la zona de La Mongie cazaban a Rominger y Jaskula se ponía a tirar con un ritmo vertiginoso, que solo podía aguantar con muchos problemas el suizo, el resto se quedaban atrás. Así, por fin Rominger coronaba el Tourmalet, acompañado del polaco, a treinta y cinco segundos coronaban Unzaga y Rincón, mientras Chiappucci era de nuevo absorbido por el grupo de Miguel, que pasaba a cincuenta segundos de los primeros. Quedaba el descenso y la última ascensión al Aubisque, después setenta kilómetros de llano.

Y en esta gloriosa etapa que iba a pasar a los anales del Tour, no podía faltar el más grande. Miguel había dado señas de flaqueza y Rominger estaba considerado como uno de los mejores bajadores del momento. Si al comenzar el descenso los dos de delante tenían casi un minuto de ventaja, yo me temía que al comienzo del Aubisque la diferencia pudiera ser mayor, pues al suizo se le veía bajar a saco. La moto de carrera marcaba que Toni descendía a 90 por hora y a duras penas lograba seguir al escapado. Del grupo de Indurain nada se sabía, pues no mostraban imágenes. Los nervios que sentía comenzaban a tornarse en pánico. ¡Que alguien me dijera qué diferencia llevaba un Rominger, que bajando había dejado atrás a Jaskula!

Y llegó el turno de Indurain. Nadie sabe cómo ni cuándo, pero en pleno descenso, con Rominger a toda máquina, de repente vemos aparecer un Sputnik a toda pastilla. La cara del suizo al mirar atrás era todo un poema (la misma que tenía yo tras pegar un brinco en el sofá), no solo por preguntarse cómo diablos había enjugado tan pronto la ventaja el español, sino que encima Indurain iba tranquilamente conduciendo con una mano y comiendo con la otra.  Miguel había dejado a todos atrás y en doce kilómetros había neutralizado todo el trabajo que el suizo realizara subiendo y bajando. El navarro había hecho historia y Rominger comprendía que mientras estuviera el español, el Tour estaría imposible para él.

indurain

Momento en el Miguel caza a Rominger.

El resto de la etapa pasó a un segundo plano. Lo que habíamos visto era inigualable y Rominger firmó la capitulación. El pelotón terminó por cazar a los dos fugados y en el ascenso al Aubisque, Toni ya ni lo probó. Se formó una escapada en la que sobrevivieron Unzaga, Chiappucci y Girotto. Tras cobrar más de cinco minutos de ventaja se plantaron en Pau, donde Chiappucci venció al sprint.

Este es el resumen del quizás el primer día de grandes apuros para Miguel en el Tour, pero que sirvió para agrandar todavía más si cabe su figura. Ojalá podamos ver en un futuro próximo un ciclismo de la vieja escuela. Con los pinganillos hoy en día es difícil, porque los corredores están más sujetos por sus directores. Mientras, tendremos que conformarnos con ver las imágenes de archivo de las grandes batallas de los más grandes de la historia.

Aquí os dejo un enlace con el resumen de esta etapa. Merece la pena verlo.



estrellasolitaria

Soy un sufrido seguidor de los Cowboys que sigue viviendo de los tiempos pasados que fueron mejores que los actuales para mis vaqueros. El fútbol americano no es el único deporte que me gusta, ya que soy fan de casi cualquier deporte que exista.

2 Respuestas

  1. Pimendez dice:

    La duda que nos quedará siempre es si ya por aquel entonces el dopaje era tan masivo como se vio años después. Sólo un año y medio después más de medio tour iba hasta las cejas…

  2. estrellasolitaria dice:

    El dopaje siempre pondrá en entredicho a todos los grandes de este deporte, pero como nunca lo han cogido, vamos a pensar que corría limpio, aunque cueste creerlo.

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