San Antonio Spurs, fábrica de baloncesto
Dice un antiguo proverbio árabe que el hombre teme al tiempo, pero que este teme a las pirámides. Los San Antonio Spurs quieren apropiarse de este viejo adagio, convertirlo en suyo y presentarse como manipuladores del espacio-tiempo. Porque han encontrado la fuente de la eterna juventud, ansiada por muchos, y han mostrado al mundo su capacidad de navegar en el tiempo, pero no de viajar al futuro, como en la película, sino de volver al pasado. Si no, ¿cómo entender la continuidad de una idea, de una familia, de un motivo, en un mundo tan volátil como el del deporte profesional? La respuesta quizá no haya que buscarla más allá de lo que distingue a los tejanos del resto de equipos NBA, y estoy casi por asegurar, del resto de franquicias profesionales de Estados Unidos: la normalidad.
San Antonio nació como lugar de paso para las misiones españolas y portuguesas establecidas lejos de la costa como ruta a las tierras del norte de México. La ciudad creció auspiciada por el comercio de ganado hacia las tierras del Oeste ya que, dada su posición privilegiada, era parada obligada para los viajeros procedentes de la frontera que se aventuraban hacia el norte de Texas. La guerra contra los mexicanos determinó su identidad. El Álamo sobrevive como testigo honroso de aquellos días de barbarie. Puede que sus días más gloriosos hayan quedado atrás, pero es obvio que el pasado de San Antonio ha configurado el carácter, rudo pero leal, de sus ciudadanos. Hoy en día, las calles de San Antonio palpitan por dos razones: el rodeo (tradición centenaria y parada obligada para el tour nacional) y los Spurs.
Los San Antonio Spurs o «Estelas de San Antonio» nacieron, curiosamente en Dallas con el nombre de Chaparrals, pero desde 1973 han estado vinculados a la ciudad de San Antonio. En el estado que enarbola orgulloso la capitalidad nacional del football, los Spurs sumaron a su escaso éxito en la ABA, el problema endémico de llevar público a sus gradas y de hacerse un nombre mediático entre las gentes de Texas. Los setenta fueron años de asiduidad a playoffs rubricados por la presencia de George «Iceman» Gervin, la gran baza de la franquicia. Cuando la estrella de Gervin se iba apagando fue traspasado y la noche se hizo para los Spurs. La llegada de David Robinson en 1989 marcó el renacimiento de la franquicia pero, aunque el balance de victorias mejoró, la barrera de la primera ronda frenó por varias ocasiones sus aventuras en la postemporada. En la 1996-1997 se cumplió exactamente lo contrario de aquello de que no hay mal que por bien no venga. Robinson se lesionó para toda la temporada y los Spurs marcaron la peor temporada de la historia. Desde las oficinas se buscaron responsables y el entrenador se fue a la calle. La batuta del equipo se le entregó a un antiguo asistente cuya experiencia como entrenador principal era cero. A la postre, este movimiento, quizá precipitado en su momento, transformó aquella franquicia apenas conocida fuera de Texas en la mayor fábrica de baloncesto desde hace dos décadas. Por cierto, el nombre de aquel entrenador novato era Gregg Popovich.
Aunque conocido por todos, no es mi intención relatar la historia de los Spurs desde el 1997 hasta hoy. Otras fuentes más completas e interesantes pueblan en la red. Pero si me he retrotraído al momento en que comenzó todo es porque creo firmemente que solo se puede comprender lo que ha hecho este equipo si entendemos de dónde viene: de qué lugar, de qué entorno, de qué mundo. San Antonio para un jugador de la NBA no ofrece más placeres que el de jugar al baloncesto. No es Las Vegas, ni New York, ni Los Angeles. Popovich no es un entrenador mediático, no le gusta la prensa, ni el autobombo, ni los focos. Sus estrellas no son iconos de la moda, no cantan hip-hop, ni alimentan a la prensa rosa. El máximo exponente del «modelo» Spurs es Duncan. Tim es un tipo de carácter tímido y reflexivo, según dicen, muy acorde con la forma de actuar de los nativos de las Islas Vírgenes, su lugar de procedencia.
Popovich se escuda siempre en el mismo discurso: «todo lo que somos se lo debemos a Duncan». Quizá es la mejor forma de desviar la atención o, simplemente, es la pura verdad. En mi opinión, la mayor grandeza de Duncan es su adaptabilidad. Eso de «el mejor cuatro de la historia» se da por hecho. Recién llegado de Wake Forest supo aprender de Robinson para que cuando este se retirase agarrase el mando del equipo, cosa que hizo. Años más tarde, con la llegada de Parker y Ginobili, asumió que su rol principal debía ser compartido, cosa que hizo. Las temporadas pesan y el físico no le alcanza como antaño por lo que debió de adaptar su juego, cosa que sigue haciendo. Inteligencia y conocimiento del juego, sus dos bazas básicas, son las más importantes en este deporte. Por algo, cuando a otras estrellas se les llama con sobrenombres estúpidos/chulescos, al 21 de los Spurs se le conoce como «The Big Fundamental».
Duncan se refiere al entrenador como la clave del éxito. Tampoco le falta un ápice de verdad. Y es que provoca vértigo pensar en todo lo que ha conseguido este hombre. Si antes decíamos que la adaptabilidad ha sido la gran baza de Duncan, esto mismo se puede aplicar a su maestro. Se dice que un buen entrenador es aquel que no muere con su estilo, sino aquel capaz de sacar el mayor rendimiento de lo que tiene entre manos. Popovich lo ha hecho. En el tiempo de las «Torres Gemelas» (Duncan/Robinson), la ventaja procedía del juego interior, y supo jugar para sus pívots. Cuando le interesó jugar lento, fue el más estratégico, el más conservador, el más defensivo. Poco le importó que los índices de audiencia bajaran o que la afluencia a los pabellones bajara. Así los recursos, así el sistema. Ahora le interesa jugar rápido y anotar mucho, especialmente desde fuera y compartiendo el balón, y se han convertido en los mejores en hacerlo. Sirva de ejemplo el recital de baloncesto ofensivo que los Spurs regalaron al mundo ante Miami Heat en la final 2013/2014. Una demostración tan abrumadora que semanas después aún colea el recuerdo, negándose a caer en el olvido para los aficionados al baloncesto. La propia persona del comisionado NBA , en el momento de entregarles el trofeo de campeón, les agradeció haber mostrado al mundo «lo hermoso que este deporte puede llegar a ser».
Pero no nos dejemos engañar. Duncan y Popovich son solo dos de los tres vértices que forman el triángulo del éxito de los Spurs. Porque aparte de la estrella y el entrenador, el factor diferencial, quizá el más importante de los tres factores antes comentados, es la clase obrera, es decir, el incontable número de jugadores, muchos salidos de la nada o desechados por otras franquicias, y que, en definitiva, son los responsables de mantener la dinastía tejana a lo largo de estos casi 20 años. Obvio que el sistema y Popovich tienen algo que favorece que jugadores, que apenas han brillado o que no conocen sus verdaderas capacidades, lleguen a San Antonio y exploten. La lista es innumerable y la plantilla actual es la demostración. Además, los Spurs han comprendido que el buen baloncesto no termina en la frontera norteamericana, siendo actualmente la plantilla más multinacional de la historia de la NBA. Y todo esto sin olvidar el draft, que desde hace muchos años han preferido jugar a la baza segura del talento entrenable, en detrimento de decisiones más arriesgadas.
No me gustaría cerrar esta breve nota sobre el mejor equipo de baloncesto del mundo sin elogiar al último talento salido de la fábrica: Kawhi Leonard. Apadrinado por Duncan y protegido por Ginobili, esta futura estrella de la liga ha seguido todos los pasos de la senda Spurs hacia el éxito: trabajo, humildad (incluso timidez) y perseverancia. Llegó como un tapado al draft, pero los Spurs vieron algo en él. Trabajó en defensa ayudado por sus cualidades físicas y se convirtió en un gran defensor, pero quería más. Forzó al cuerpo de entrenadores a que lo pusieran al límite, a que lo obligaran a darlo todo en cada entreno, en cada partido. Popovich le mostró el camino pero derribó la puerta en la final contra Miami Heat. «En todos los playoffs no he diseñado una sola jugada para él, se las apañado por su cuenta» dijo el entrenador cuando le preguntaron sobre el MVP de las finales. «Es buen defensor, es su talento, en cuanto a su mejora ofensiva, se la ha ganado trabajando, nosotros le hemos ayudado» apuntilló el técnico. Sembrar para recoger, puro ADN Spurs.
Extraordinario artículo, me ha encantado.